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LOS MISERABLES

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En el puerto de Paita se ha puesto de moda la palabra MISERABLE, así, con mayúsculas y en voz alta. La gente la repite a cada rato. Es un dardo, una cachetada y un llamado a la conciencia. “Miserable”, lo dijo en voz alta el alcalde de Paita don Pedro Cuadros Alzamora, cuando un grupo de ciudadanos asistimos a una marcha en contra de su gestión, en ese momento, llena de juergas y parafernalias mientras once paiteños eran asesinados en sus narices. En aquella marcha, fueron los propios deudos los que asistieron con las fotografías de sus familiares. Marchaban los hijos, las esposas, los abuelos y hasta los vecinos. Todos indignados ante una autoridad que ignoraba lo que estaba sucediendo y prefería bailar en escenarios, contratando orquestas y demás artistas de otras provincias y hasta en su discoteca favorita llena de etiquetas azules. Sí, el jefe de seguridad Ciudadana y del COPROSEC hacía caso omiso a los reclamos de la ciudadanía que, preocupada por la situación, no le quedó otra co...

Pido permiso para cambiar mis prioridades

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Por Ricardo Espinoza Rumiche Nunca he querido ser como la mayoría, porque no me siento de la mayoría. Soy raro, rarísimo, tanto que hasta a mí me cuesta aceptarlo. En mi adolescencia no me gustaba estar entre la multitud, me asfixiaba, me aburría tanta compañía. Yo era un solitario empedernido. Después de la secundaria, sin decirle a nadie, tenía en mente estudiar para ser un sacerdote, solo para no tener que ver a nadie, porque de alguien había escuchado que los seminaristas vivían varios años enclaustrados. Me gustaba hablar solo, e imaginaba cosas que solo han podido ser posible en mi cabeza. Esto último es lo único que no ha cambiado en mi vida, porque sigo imaginando, sigo hablando solo, sigo soñando despierto y sigo creyendo que hay mejores cosas que hacer antes que engañar a la gente con minucias; por lo demás, todo ha cambiado en mi vida, porque ya no soy el mismo de antes, y hasta me cuesta creer que he sido ese muchachito que ya no reconozco. Lo que no ha variado es que, los ...

Un postre más para seguir sintiendo, tía Techy

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¿Qué tenían los postres de Teresa Sosa Godos que los encontrábamos tan encantadores en los años ochenta? ¿íbamos en grupo por ellos o era el motivo perfecto para refrescar el cariño que nos regalaba la anfitriona? De niño, como la mayoría de los paiteños ochenteros, me seducían las ganas de consumir los diferentes postres habidos en la época: desde el budín de la bisabuela Teodora Agurto, tan famoso en nuestra familia Rumiche Colona, hasta la Torta helada de la tía Lola Rumiche. Para mi cumpleaños siempre pedía no la torta tradicional, sino la helada de la tía Lola. Un postre deseado reinicia el alma, refresca la tarde y endulza cualquier conversación por más amarga que parezca. Un buen postre -dicen los expertos- es capaz de alterar tu mente y de transportarte a un mayor nivel de felicidad. Todas las noches de veranos, los amigos eternos de la calle Bolívar, reiniciábamos nuestros días en la casa de Teresa Sosa Godos, nuestra tía Techy. Era casi una obligación religiosa transporta...

Un camión se está llevando la casa de la tía Ilia

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Yo lo vi con estos ojos miopes que algún día se los ha de comer la tierra, mis cheis. Un carro enorme de color azul se estaba llevando la casa de nuestra tía Ilia. Lo vi con estos ojos que algún día la vieron llena de vida, de locuras de niños y de toda esa pasión desenfrenada de la adolescencia. El carro que se la llevaba había bloqueado la segunda cuadra de la calle Bolívar para que nadie lo viera y para que nadie dijera: “oigan, salvajes, dejen esa casa en su sitio que tiene historia”. Porque tiene historia, mis cheis, la de la tía Ilia, la de su familia que es como la nuestra y la de nosotros, los eternos invasores, el manchón que se metía a los cuartos y hasta a la cocina, bien orondos y confianzudos. ¡Cuánta paciencia la de la tía Ilia!, educadora las veinticuatro horas del día. Suerte la  nuestra de haber tenido una tía de cariño que se preocupaba de todos. No era una tía biológica, no era un miembro de nuestra familia; la tía Ilia era una amiga mayor que enseñaba, era una v...

Juan Manuel Mendoza Benites, el maestro.

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  Juan Manuel Mendoza Benites   En mi vida he conocido diferentes personajes paiteños gracias a infinidad de conversaciones familiares. Sentarse a la mesa no solo es disfrutar de un almuerzo, sino que, para muchos de nosotros, esas reuniones a diario pueden ser el momento propicio para extraer a nuestros padres el mayor conocimiento posible sobre los personajes y la historia del puerto que nos ha visto crecer. Son muchos los escogidos entre deportistas, artistas y rebeldes naturales que van siempre contra la corriente; sin embargo, y lamentablemente, son pocos los intelectuales con quienes se pueda discutir no acontecimientos del día, sino ideas y propuestas para el mañana. Hablar de Juan Manuel Mendoza es hablar de deporte, de poesía, de arte, de política y hasta de ciencias como la física y la matemática. La educación, para él, es la más clara señal de dignidad. Tiene dos profesiones: agrónomo y Lic. En educación. Ambos títulos de la Universidad Nacional de Piura. “La ...

Jorge Hidalgo Castillo

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  Jorge Hidalgo Castillo Don Jorge Hidalgo Castillo es el mejor ejemplo para entender que no se necesita de haber nacido en este puerto para quererlo y defenderlo. Lo quiso porque fue un hombre preocupado con el cambio. Sin temor a equivocarme, yo lo pondría entre los historiadores paiteños. En sus libros nos regaló su voz y su reminiscencia, su dolor y su consuelo. Se va un hombre con autoridad moral que se hizo experto en el pasado con su “Paita Idolatrada” . ¿Cómo se puede querer a la tierra si no es conociendo su historia? Don Jorge lo sabía y por eso escribía para que nosotros entendiéramos de dónde veníamos y hacia dónde deberíamos apuntar; creaba poesía para que fuéramos capaces de sentir el lugar que por naturaleza nos había sido heredado; y, como si fuera poco, componía canciones sobre el puerto que lo acogió a él y a su familia en tiempos difíciles, como para que rompiéramos en llanto cuando la distancia estremeciera nuestra alma. Amaba nuestro puerto y se propuso la mi...

Monterito, el guardián de la luna

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Jorge Montero Chapilliquén Desde la antigüedad, los guardianes fueron seres imaginarios increíbles que tenían la misión de defender y vigilar un rasgo importante de su época. Podía ser una estatua o una divinidad religiosa. Los habitantes siempre los consideraron de mayor importancia para la sociedad, tanto así que eran adorados con ofrendas para que mantuvieran su firmeza. Si hablamos de cultura, existe un guardián en el puerto de la Luna, un paiteño que brega en contra de la corriente, que no se cansa y que, a diferencia de los antiguos guardianes, nunca está estático, siempre se moviliza de un lugar a otro para cuidar su esencia, llevar el arte, el conocimiento y asegurar la esperanza de un mundo mejor para los suyos. Lamentablemente, la sociedad donde vive y por la cual él se desvive, todavía no lo considera de mayor importancia ni le ofrenda siquiera un quinto para su mantenencia. Jorge Humberto Montero Chapilliquén, “Monterito” para los amigos, nació en el puerto de la luna e...