Juan Manuel Mendoza Benites, el maestro.
Juan Manuel Mendoza Benites
En mi vida he conocido diferentes personajes paiteños gracias a infinidad
de conversaciones familiares. Sentarse a la mesa no solo es disfrutar de un
almuerzo, sino que, para muchos de nosotros, esas reuniones a diario pueden ser
el momento propicio para extraer a nuestros padres el mayor conocimiento
posible sobre los personajes y la historia del puerto que nos ha visto crecer.
Son muchos los escogidos entre deportistas, artistas y rebeldes naturales que
van siempre contra la corriente; sin embargo, y lamentablemente, son pocos los
intelectuales con quienes se pueda discutir no acontecimientos del día, sino
ideas y propuestas para el mañana.
Hablar de Juan Manuel Mendoza es hablar de deporte, de poesía, de arte, de
política y hasta de ciencias como la física y la matemática. La educación, para
él, es la más clara señal de dignidad. Tiene dos profesiones: agrónomo y Lic.
En educación. Ambos títulos de la Universidad Nacional de Piura. “La
educación puede cambiar estructuras y sistemas sociales”, nos dice.
Juan Manuel Mendoza nació en Sechura, en el mes de las letras, el 23 de
abril de 1953. Su vida entera la ha dedicado a promover y valorar los asuntos
de interés general en Paita, así como su pasión y conocimiento por la poesía
que, en medio del desinterés de nuestras autoridades, ha tenido a bien realizar
recitales poéticos, con el único fin de motivar a los jóvenes estudiantes y
población en general a escribir o a sentir pasión por la estética poética.
Producto de ello el puerto recuerda los más notorios, como: “Recitando a
Vallejo – 500 años de mezcla cultural” (Cine Fox 1992); “Recital en la antigua
iglesia La Merced” (2002); “Recital Por Paita” (SAAM 1995); “Recital día del
poeta”, dedicado a Vallejo (2019); “I encuentro de escritores paiteños y
Regionales” (SUPPP 1986). Pero su constancia, gracias a su labor como exdocente
en la IE Juan Pablo II, lo llevó a realizar anualmente encuentros con
diferentes autores de la Región: “Fue una tarea a nivel escolar que le
dejó a nuestros alumnos mucho aprendizaje sobre literatura Regional”,
dice satisfecho.
El sechurano de nacimiento que ama a Paita más que muchos de sus propios
hijos, cuenta la leyenda urbana, cada vez que invitaba a los viejos porteños
para departir sobre literatura, éstos, extrañados por su ardua labor, se
preguntaban: “Dónde hemos estado los paiteños que no hicimos nada de estas
cosas”. El maestro, en su casa, ya más calmado, se inventaba decenas de
respuestas.
En la actualidad, don Juan Manuel Mendoza preside la asociación de artistas
paiteños ASAP, institución con ideología y filosofía definida y de la cual es
socio fundador. “Trabajamos por Paita en medio de la indiferencia”.
De esta institución, nos cuenta, llegan y se van artistas. Unos resentidos por
su ego y otros por mal comportamiento.
Siempre, en la vida de cada apasionado de las letras, hay un libro que te
golpea, que te cambia, que te inicia en esta locura. Qué es la pasión sino la
locura del alma. Qué sería de nuestras vidas sin ella. Tal vez viviríamos
aburridos e idiotizados. ¿Valdría la pena pasar por este mundo viviendo en
medio de la pasividad?
A los doce años de edad, Juan Manuel Mendoza se inicia en la lectura
leyendo poemas del alemán Bertolt Brecht, poesía ligada a razones políticas,
pero con un sobresaliente desarrollo estético; así como su primera novela “Aura
o las violetas” del colombiano José María Vargas Mila. Pero, el autor que lo
atrapó por primera vez y lo introdujo a las letras fue Manuel Gonzales Prada
con su “Politeama”, ese ensayo cáustico, serio y mordaz que denuncia la
realidad sociopolítica del Perú después de la guerra con Chile.
Juan Manuel escribe poesía desde la adolescencia, siguiendo el tradicional
romanticismo lírico de Melgar, Valdelomar, Gonzales Prada, entre otros. Ya en
la madurez temprana, escribe poesía de corte socialista. Sus lecturas sobre el
marxismo le ayudan a comprender los problemas humanos en su conjunto, y, como
el mismo nos dice: “También los inhumanos y a Jesucristo”.
Es consciente de la diferencia que hay entre los poetas de su generación y
los actuales. Ellos, los románticos poetas que incursionaron en las declamaciones.
Así pues, a los 15 años de edad, en 1968, funda el movimiento de declamadores
que, con el tiempo y la apatía, se resiste a la desaparición de esa cofradía,
pero que poco a poco fue exterminándose a sí mismos. No obstante, recuerda a un
excelente declamador, el autor del himno a Paita, a don Javier Ramírez
Gutiérrez. “Siempre hubo en Paita el temor natural de escribir y recitar
sus propios poemas”, nos dice.
Juan Manuel es fundador de “La Casa del Poeta Paiteño”, adscrita a la de
Lima. Es así que nace el poemario “Velero”, ediciones que cobijó a diferentes
poetas locales, pero que, por situaciones ajenas a temas literarios, terminaron
por crear a un “dueño” de la casa del poeta. “Todos los socios nos
alejamos de ella. Fue triste”.
Los poetas actuales, nos dice, “se han ensimismado ante la triste realidad
del país. Tienen mayores conflictos que no siempre se traduce en poesía
transformadora, creadora, aunque sea reformista. Tienen avance tecnológico,
pero editar sigue siendo un conflicto de bolsillo descocido”.
El maestro extraña las tertulias literarias. Cree profundamente en ellas
porque, nos cuenta, nos da a conocer situaciones de valor humano y de intelecto
local, así como regional, nacional e internacional. “Entre poetas uno se
mantiene al tanto de las corrientes de pensamiento y de las diferentes
posiciones políticas-partidarias que, muchas veces, suelen arrastrar al arte”.
Está convencido que fue la poeta paiteña Marielena Hidalgo de Peña la gran
estudiosa de la poesía local. La calidad poética de los paiteños se puede
disfrutar en su “Antología de Poetas Paiteños” (1989). “Leyendo este
estudio de Marielena uno descubre la alta calidad de la poesía porteña desde 1860
hacia el día de su publicación aproximadamente”.
Pero la gente no compra la poesía, son tiempos de distracción neoliberal.
No hay un movimiento cultural que la promueva. “Yo digo que la poesía
está en crisis, y por eso existen las frases groseras y carentes de estética
gramatical, como las del reguetón. La poesía no tiene espacio. En estos tiempos
las frases coloquiales pasan como creaciones literarias. Lo peor es que a la
gente le encanta”.
Sin embargo, Juan Manuel no desmaya, persiste en la idea de llevar cultura
a cada rincón donde se necesite. Es consciente que la poesía distingue al
autor. No se puede estar tranquilo sin estar en constante conflicto en estos
tiempos abrumadores de corrupción y traición. La trascendencia que hace la
poesía sobre el hombre -agrega-: depende de su interpretación que haga éste del
mundo. En lo filosófico-científico, por ejemplo, para comprenderlo y
acomodarse, y en lo intuitivo-artístico, donde lo siente y actúa para su
transformación. “He allí la importancia de la poesía sobre la humanidad.
La función del artista es sentir a su comunidad y tratar de cambiarla. Ser un
dionisíaco con el pueblo sin caer en la antiestética”.
Pero Juan Manuel -todavía muchos paiteños desconocen- fue en sus mejores
años un gran deportista. El judo con él ganó suavidad y belleza. “No he
sido judoca, lo soy hasta después de mi muerte”, reclama. En 1972
participó en los VIII juegos Panamericanos de judo, en Argentina (Buenos
Aires), donde subió al pódium de los triunfadores. Fue también campeón nacional
en los años 1971, así como campeón Regional entre 1969 y 1970, así como
subcampeón nacional en 1973 y 1976, años en que opta por retirarse de las
competencias para continuar con su pasión literaria.
Sin embargo, por cosas de la vida, en primera instancia se le negó su
entrada a este deporte por no ser de los alumnos que estudiaban entre tercero y
quinto de la secundaria. El mismo maestro Tomossada lo rechazó fiel a sus
estatutos. No obstante, el mismo maestro lo visitó en su casa días después de
haberlo rechazado. Algo había en Juan Manuel que solo un maestro como don Tomas
Tomossada podía intuir.
“Yo creía que el judo era un deporte, pero no; con
el tiempo entendí que tenía que ser honrado en todos los actos de mi vida, que
había que practicar la verdad en todas las cosas; ser honesto como el mismo
Tomas Tomossada Cobos, nuestro maestro fundador. Para ser miembro del Intipa
Churín había que ser disciplinado y aplicado. No sé si hasta el día de hoy se
practica esa forma de moral rigurosa. Siempre he dicho que yo al judo le aporté
belleza, técnica y velocidad que no había en todo el Perú. Antes de yo
ingresara el judo era tosco y con demasiada fuerza. El maestro Tomossada me
bautizó como “Cintura de mono”, característica que me daba destreza y
velocidad. Muchas veces mis combates no duraban más allá de los cinco segundos.
Es que tuve la suerte de tener como maestros a Kikuchi Yamashiro (que trabajaba
en la CIA Ballenera) También a Takenori Ito (entrenador de la selección
nacional entre 1970 y 1985). Ganarse la admiración de judocas, sobresalir ante
el colegio de cinturones negros del Perú, ganarle al campeón de campeones y
hacer que muchos cambien su manera de ver el judo, ha sido lo más hermoso de mi
vida”.
Juan Manuel, como si fuera poco, también ha sido fundador de la Asociación
musical “Los Troveros del mar” (1993) que reunió a toda la pléyade de
cantantes, guitarristas, cajoneros y bailarines del criollismo, así como del
grupo musical Felipe Pinglo Alva. Actualmente, también pertenece al Patronato
Cultural de Paita, donde es socio fundador y secretario por voluntad de sus
cuarenta socios. También es Secretario Técnico del Consejo Participativo Local
en Educación (COPALE)
Fue regidor de la comuna paiteña entre 1993 y 1995 y candidato al Congreso
de la República por el fenecido partido político de Fernando Olivera. Hoy está
decepcionado de ese ambiente. Ya no cree en los políticos sin ideología y con
afanes entreguistas de los recursos naturales. No hay conciencia, dice, “hoy
los grupos de poder rompen las manos de los congresistas y se acabó el Perú
como Nación”
Pero hacer cultura en Paita no es fácil. No hay personas ni instituciones
que decidan patrocinar estas iniciativas, y si las hay, son poquísimas, casi
inexistentes. Es por eso que Juan Manuel Mendoza trata de reinventarse con lo
que se pueda; intenta no caer en la soledad absoluta ni en la ausencia de vida
que le produce el no tener los recursos necesarios para promover el arte. Cree
que es la Municipalidad (y nosotros creemos lo mismo) quien tiene la ardua
tarea de realizar, por ejemplo, La Feria del Libro o del arte, y desde hace
muchísimos años. ¿Estamos en pañales con respecto a otros lugares? Creemos que
sí, que siendo Paita “el segundo puerto más importante del Perú”, hace rato ha
sido relegado al olvido y a la indiferencia. “El Proyecto del Libro y la
Lectura” es solo un saludo a la bandera, no tiene efecto significativo más allá
que un post en redes sociales para guardar las apariencias. Suponemos que tener
buenas intenciones no precisamente es tomar buenas decisiones. Paita está en
deuda con los suyos y ya es tiempo de saldarla.
Lo dejamos a Juan Manuel, el hombre que produce la cultura en nuestros
lares, el fiel admirador de César Vallejo, del Premio Novel Rabindranath Tagore
y del paiteño Teodoro Garcés Negrón.
Lo dejamos en su mundo, en ese espacio donde se mueve como pez en el agua,
en Paita, su lugar sacrosanto:
“Paita es el espacio sagrado de mis descendientes,
la tierra maravillosa que hace latir mi corazón, ambiente de gente bondadosa,
condescendiente, amigable, católica al cien por ciento. Paita es el inicio de
la historia del Perú. Paita es el lugar donde se aprende a ser peruano, tierra
del paiteño inmortal don Miguel Grau. Paita es mi cofre
sagrado donde guardo mi vida, mi tiempo, mi trascendencia y mis amores”.
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