Jorge Hidalgo Castillo
Don Jorge Hidalgo Castillo es el mejor ejemplo
para entender que no se necesita de haber nacido en este puerto para quererlo y
defenderlo. Lo quiso porque fue un hombre preocupado con el cambio. Sin temor a
equivocarme, yo lo pondría entre los historiadores paiteños. En sus libros nos
regaló su voz y su reminiscencia, su dolor y su consuelo. Se va un hombre con
autoridad moral que se hizo experto en el pasado con su “Paita Idolatrada”.
¿Cómo se puede querer a la tierra si no es
conociendo su historia? Don Jorge lo sabía y por eso escribía para que nosotros
entendiéramos de dónde veníamos y hacia dónde deberíamos apuntar; creaba poesía
para que fuéramos capaces de sentir el lugar que por naturaleza nos había sido
heredado; y, como si fuera poco, componía canciones sobre el puerto que lo
acogió a él y a su familia en tiempos difíciles, como para que rompiéramos en
llanto cuando la distancia estremeciera nuestra alma. Amaba nuestro puerto y se
propuso la misión de que todos sintiéramos lo mismo.
Nació en Talara, pero la obra que nos deja es el
claro ejemplo que se ama lo que se siente, lo que se vive y no donde se nace
por accidente. Don Jorge Hidalgo Castillo, hoy en la eternidad, no es de
ninguna época ni de ningún lugar. Se ha posicionado en el corazón de quien lo ha
conocido, leído y/o que lo haya sentido. Paita pierde a un personaje
interesante, de los pocos que nos quedan, de los que abandonamos a su suerte,
de los que valoramos sólo después de su muerte.
Se va sin lograr el sueño de ver una casa de la
cultura para Paita. Se va sin poder ver una Feria del Libro donde los que
escribió con tanto amor puedan tomar la importancia que se merecen. Se va,
seguramente, con el rencor de ver a su Paita desmayándose en nuestras narices y
gobernada por personajes cobardes escondidos en el anonimato, todo lo contrario
a su vida. Se va dejando a todos lo que lo quisieron y conocieron con un
profundo dolor a sabiendas que no le dimos la importancia que debimos darle en
su momento.
Hoy despedimos al hombre, pero recordaremos a ese
talareño que amó esta tierra más que muchos paiteños, al mocoso que aprendió a
nadar en el Toril y que nos regaló más de una canción enamorada, al poeta que
vivió el dolor de una posible extradición de su familia en medio de una guerra
contra el país que vio nacer a su padre:
Si pudiera contar al mundo lo que siento / es
amor profundo por los niños en abandono / causa de guerra que no perdono / esos
niños que sus ojos vieron la barbarie / de crimen tan horrendo / dime sociedad
que no comprendo / la insania, la destrucción del mundo / esos niños de carita
triste sin padres que adorar / ¿son hijos de la guerra? / dime sociedad que no
comprendo / ¿a dónde arrastran a la humanidad?
Don Jorge Hidalgo Castillo fue admirador de los
versos de su hermana, la poeta paiteña Marielena Hidalgo de Peña, quien -como
él mismo dijera en una oportunidad- le dejó la responsabilidad y la misión para
contar lo que debía contarse de Paita. “…Porque tu pasado, mi querido Paita,
ha sido escrito con lágrimas de sangre; pero tu luna y tu sol, son la blandura
de tu corazón en este claro inmenso mar…”, escribió su hermana.
Cuánta razón, Marielena. Cuánta poesía nos
perdimos con tu muerte temprana. Estoy seguro que hoy estarías escribiendo no sólo
con lágrimas, sino contra los que la siguen matando de a pocos. Pero ya puedes
estar tranquila hoy reunida con tu hermano. Don Jorge cumplió la misión,
Marielena, nos dejó impregnado en las venas ese amor por lo nuestro, y, sobre
todo, delegó la misma responsabilidad a los que nos quedamos luchando sus
mismas batallas.
Descanse en paz, don Jorge, maestro. La misión ha
sido cumplida.
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