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Mostrando entradas de diciembre, 2024

Pido permiso para cambiar mis prioridades

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Por Ricardo Espinoza Rumiche Nunca he querido ser como la mayoría, porque no me siento de la mayoría. Soy raro, rarísimo, tanto que hasta a mí me cuesta aceptarlo. En mi adolescencia no me gustaba estar entre la multitud, me asfixiaba, me aburría tanta compañía. Yo era un solitario empedernido. Después de la secundaria, sin decirle a nadie, tenía en mente estudiar para ser un sacerdote, solo para no tener que ver a nadie, porque de alguien había escuchado que los seminaristas vivían varios años enclaustrados. Me gustaba hablar solo, e imaginaba cosas que solo han podido ser posible en mi cabeza. Esto último es lo único que no ha cambiado en mi vida, porque sigo imaginando, sigo hablando solo, sigo soñando despierto y sigo creyendo que hay mejores cosas que hacer antes que engañar a la gente con minucias; por lo demás, todo ha cambiado en mi vida, porque ya no soy el mismo de antes, y hasta me cuesta creer que he sido ese muchachito que ya no reconozco. Lo que no ha variado es que, los ...

Un postre más para seguir sintiendo, tía Techy

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¿Qué tenían los postres de Teresa Sosa Godos que los encontrábamos tan encantadores en los años ochenta? ¿íbamos en grupo por ellos o era el motivo perfecto para refrescar el cariño que nos regalaba la anfitriona? De niño, como la mayoría de los paiteños ochenteros, me seducían las ganas de consumir los diferentes postres habidos en la época: desde el budín de la bisabuela Teodora Agurto, tan famoso en nuestra familia Rumiche Colona, hasta la Torta helada de la tía Lola Rumiche. Para mi cumpleaños siempre pedía no la torta tradicional, sino la helada de la tía Lola. Un postre deseado reinicia el alma, refresca la tarde y endulza cualquier conversación por más amarga que parezca. Un buen postre -dicen los expertos- es capaz de alterar tu mente y de transportarte a un mayor nivel de felicidad. Todas las noches de veranos, los amigos eternos de la calle Bolívar, reiniciábamos nuestros días en la casa de Teresa Sosa Godos, nuestra tía Techy. Era casi una obligación religiosa transporta...